Alfredo Kraus y Joaquín Pixan: antología de tonadas y melodías populares asturianas

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Extracto del artículo que con el mismo título se incluye en la Biografía que sobre Alfredo Kraus ha publicado el Dr. Eduardo Lucas, firmado por Carlos González Abeledo,  Presidente de la Asociación Lírica Asturiana Alfredo Kraus. En la imagen: Alfredo Kraus con Rosa, con la que compartió un largo matrimonio.

Conocida es la relación que el Kraus artista tuvo con Oviedo y sus temporadas de ópera. Debutó en el Teatro Campoamor en el año 1958, el 19 de septiembre,  en el papel  del Conde de Almaviva del Barbero de Sevilla. Ese mismo año cantó también en Oviedo, los días 22  y 25 de septiembre, el Jorge de Marina y el Nadir de Pescadores de Perlas, por cierto ambos por primera vez en su carrera.
Posteriormente cantó en los años  60, 64, 67, 69, 76, 81, 87 y 92. Interpretó 11 papeles distintos, en un total de 20 representaciones. En definitiva el Teatro Campoamor fué testigo de 35 años de su extraordinaria carrera.

En España solo Bilbao supera a Oviedo, y por muy poco, en comparecencias de nuestro inolvidable maestro. Pero no era de la relación de Alfredo Kraus con nuestro primer coliseo de lo que les quería hablar. En el artículo titulado Alfredo Kraus en el Teatro Campoamor que pueden encontrar en esta misma página web tienen cumplida información acerca de ello. Ni tampoco de lo relacionado con las actuaciones de Kraus en Gijón, ciudad en la que tuvo una memorable actuación en 1993 con la Antología de la Zarzuela de Tamayo y a la que fue invitado para reinaugurar el Teatro Jovellanos en el año 1995, donde había cantado varias óperas en los primeros 60.

En ese mismo año 1995, y ya entramos de lleno en lo que les quería contar en relación con Alfredo Kraus y Asturias, el que esto escribe se empeñó en que un gran cantante asturiano, por el que también siento una gran admiración, el tenor Joaquín Pixán, natural de Cangas de Narcea, debería de grabar una antología de las canciones más representativas de la tonada popular asturiana. Género este del cual para no aburrir al lector solo diré que es en extremo difícil, a la par que bello, si se interpreta correctamente, y único, como bien dice el ilustre catedrático D. José Benito A. Buylla en su libro sobre la canción asturiana.

Pues bien, convencido Joaquín Pixán fue modificada la idea original en el sentido de ofrecer, aparte de las canciones de tonada, otras melodías populares asturianas con acompañamiento orquestal, al objeto de hacer mas atractivo el disco para la mayor parte del público. Pensando en como ponerle una guinda al apetitoso pastel que queríamos cocinar, y dada la admiración que ambos teníamos por Alfredo Kraus, se nos ocurrió el invitarle a participar en aquella grabación para que interpretara algunas canciones. A pesar de  la amistad que Joaquín Pixán mantenía con él como colega y antiguo alumno suyo, se lo propusimos con cierto miedo, y cual no sería nuestra sorpresa cuando aceptó inmediatamente sin plantear condiciones imposibles ni  abusivas exigencias económicas, eso sí, siempre que el producto tuviera la debida calidad y dignidad artística.

Todavía recuerdo la ilusión con la que viajé a Madrid, en compañía de la pianista Yolanda Vidal, colaboradora habitual de Joaquín y experta conocedora del repertorio popular asturiano, al objeto de presentarle a Kraus varias de las canciones previamente seleccionadas, para que él escogiera las que más le gustasen para grabar. En un ambiente muy agradable, en los locales de ensayo del Teatro de la Zarzuela de Los Madrazo, repasamos varias de las más populares canciones de la música asturiana. Recuerdo que yo quería que Kraus cantara una canción a la gaita. Alfredo escuchó atentamente las explicaciones que le dimos acerca de lo que se trataba y sentenció: «Esto mejor que lo cante Joaquín». Sin mayores controversias la sesión transcurrió con cierta presteza y las canciones finalmente escogidas fueron la tradicional «Tengo de subir al puertu» y las más modernas «Mocina dame un besín» de Antolín de la Fuente y «Campanines de mi aldea» de Falo Moro.

Pocos meses después se grabó el disco en Madrid, en los estudios de RTVE. Kraus cantó dos canciones a dúo con Joaquín, las dos primeras de las citadas anteriormente, y la última él solo, todas con la Orquesta de Radio Televisión Española, dirigida por Benito Lauret, autor también de los arreglos orquestales. En el disco, además de Alfredo y la Orquesta y Coros de RTVE, dirigidos por el ya mencionado Benito Lauret, Rafael Ibarbia y Pablo Miyar, colaboraron el conocido periodista radiofónico Luis de Olmo, la mezzosoprano ovetense Lola Casariego, el malogrado y siempre añorado gaitero Manolo Quirós, y el especialista en el instrumento autóctono asturiano conocido como birimbao, Melchor Rodríguez.

Hemos de señalar antes de proseguir con el relato, que no era esta la primera ocasión en que Alfredo Kraus se acercaba a la música asturiana. Ya lo había hecho, aunque de forma indirecta, allá por finales de los años 60, cuando grabó el Cancionero Popular Español de Salvador Ruiz de Luna. Entre las canciones grabadas se encontraba la titulada «Ya no hay quién baile», que no es otra que la conocida pieza tradicional asturiana «En toda la quintana», con arreglos para piano del propio Ruiz de Luna. Pero esta canción, que Alfredo cantó con cierta asiduidad en sus recitales, y que se le presentó entre las preseleccionadas, no quiso, con buen criterio, volver a grabarla de nuevo, aunque en esta ocasión fuera con orquesta. También hemos de señalar que una de las canciones escogidas, la tradicional «Tengo de subir al puertu», que en el disco aparece con el título de «La nieve del puerto», fue grabada con anterioridad en los años 50 por Victoria de los Angeles, bajo el título de «Tengo de subir» y con un original arreglo.

Recuerdo que a Kraus el hecho de que esta canción la hubiera grabado esta inmensa soprano, le tranquilizó bastante en lo relativo a lo acertado de la elección. Bien, el caso es que el disco salió a la luz en una primera edición con el título de «Si yo fuera picador», que es una de las canciones del CD (créanme, un pedazo de canción) y, posteriormente, con el de «Momentos inolvidables de Asturias». Yo sinceramente creí que iba a ser un bombazo. Por varias razones. La primera por el protagonista, Joaquín Pixán, que por primera vez ofrecía una cuidada antología de la clásica tonada asturiana que podía quedar como referencia, siendo como era y sigue siendo, en mi opinión, su mejor intérprete.

La segunda por el resto de números, que son una maravilla (como por ejemplo los dos dúos con Lola Casariego), como casi todo lo que en este sentido ha hecho Joaquín Pixán con la música asturiana. Y la tercera por las colaboraciones con que contaba, entre las que me parecía que la de Alfredo Kraus era ya el no va más. Que un tenor de su categoría se brindara a cantar canciones asturianas me parecía poco menos que milagroso, y confiaba en que sería todo un acontecimiento a nivel regional. La desilusión fue grande y los «momentos inolvidables» eran, por lo visto, poco inolvidables.

El disco, plagado de bellísimas melodías, con unos arreglos orquestales de gran calidad, y unas interpretaciones de lo más cuidadas, pasó sin pena ni gloria, a pesar del apoyo mediático que Luis del Olmo le proporcionó desde el programa Protagonistas. Sí sirvió al menos para que Pixán incorporara a su repertorio habitual la mencionada «Si yo fuera picador», que ha llegado a ser uno de sus mayores éxitos, equiparable a «La mina y el mar» y «El paxarín parleru».

A lo mejor dentro de muchos años, cuando Alfredo Kraus y Joaquín Pixán sean definitivamente leyenda, cada uno dentro de su ámbito respectivo,  si para entonces a los asturianos se nos ha quitado ese despego que seguimos teniendo para con lo nuestro, (y que tanto nos perjudica en todos los sentidos), quizás las cosas discurran de otra manera y el disco sea rescatado del semiolvido y considerado como lo que yo creo que es: una verdadera joya para todos los amantes de la música, y la mejor grabación, junto con la de «Atardecer», también de Joaquín Pixán, que se ha hecho sobre música asturiana.

En cualquier caso, no me avergüenza confesar que uno de los mayores orgullos que tiene como aficionado a la música el incondicional admirador de Alfredo Kraus que soy, es el de que gracias a él (y a Joaquín Pixán, por supuesto) este inigualable artista, el mejor tenor lírico-ligero de la historia del canto, imbatible en el repertorio romántico italiano y francés al que voluntaria e inteligentemente se limitó, y uno de los cantantes de ópera más influyentes del siglo XX, grabara tres canciones populares asturianas en un disco dedicado íntegramente a Asturias.

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