Como novedad hay que empezar diciendo que, en contra de lo que es habitual, todos nuestros vuelos salieron a la hora, por lo que viaje transcurrió sin tener que sufrir los pesados y fastidiosos retrasos. Nada mas llegar a Munich y tomar posesión de nuestras respectivas habitaciones en el Hotel an der Oper, por cierto muy bien situado, muy cercano a la ópera, prácticamente metido en medio de una zona llena de típicas cervecerías y otros establecimientos hosteleros -pero en una calle pequeña y tranquila- salimos a dar una vuelta por los alrededores y tomar nuestra primera caña de cerveza. Unos cuantos cenamos en una de las más típicas cervecerías de Munich, la Hofbräuhaus, con capacidad para más de dos mil personas, y un ambiente festivo a más no poder, con la clásica orquesta bávara amenizando la velada.
Al día siguiente, festivo en Munich, hicimos un interesante Tour Panorámico por la ciudad hasta el mediodía. Por la tarde un grupo acudimos al segundo coliseo operístico de la ciudad, el Staatstheater am Gärtnerplatz, teatro no muy grande pero con una bonita sala, donde vimos una Traviata con un digno nivel musical, y una menos acertada escenografía. El martes por la mañana lo dedicamos a recorrer Munich, unos por un sitio y otros por otro, con visitas a los numerosos museos existentes. Los que fuimos al Deutsches Museum quedamos gratamente sorprendidos de lo que allí vimos, por lo que lo recomendamos sin reservas a futuros visitantes de la ciudad muniquesa. Por la tarde en la Bayerischen Staatsoper, tercer teatro lírico de Alemania, Aida. Buen reparto, excelentes coros y orquesta, y una horrorosa puesta en escena que deslució la función. Algunos viajeros se quejaron de la acústica de la sala, que en los laterales potenciaba unos sonidos en exceso sobre otros.
En nuestro penúltimo día en Alemania, autobús hacia el sur de Baviera para ver dos de los famosos castillos del Rey Loco. Paisajes maravillosos y castilllos sorprendentes, sobre todo el de Neuschwanstein, con vistas espectaculares de la campiña bávara. Un poco de lluvia por la tarde al visitar el castillo de Linderhof no deslució el maravilloso día que tuvimos.
Al día siguiente bien temprano despedimos a cuatro viajeros que se volvían para España y los demás nos embarcamos nuevamente en un autobús en dirección a Zurich. Paradas turísticas en Lindau, en la ribera del Lago Constanza, St. Gallen, ya en Suiza, donde comimos, y por la tarde en Appenzell, pintoresco pueblo famoso por sus quesos. Cuando llegamos al hotel en Zurich ya nos esperaban cuatro nuevos viajeros que habían llegado en avión procedente de Madrid un poco antes que nosotros. Enseguida a dar la primera vuelta por Zurich y a cenar al sitio más típico de la ciudad, la cervecería Zeughauskeller.
A la mañana siguiente visita en autobús a las famosas cataratas del Rin (Rheinfall), según parece las más anchas de Europa. Las cataratas bien, sin ser nada extraordinario, lo cual a algunos nos dio pié para lamentar lo mal que vendíamos las cosas en Asturias. Por la tarde un grupo nos fuimos a ver el Falstaff verdiano a la Opernhaus. El Teatro es un bonito edificio afeado en estos momentos por las obras de la plaza en que se ubica y que ya sufrimos en nuestro anterior viaje a Zurich en Febrero del 2010. La última ópera del de Busseto bastante bien en lo musical y algo menos aceptable en lo escénico, con una mezcla solo soportable entre clásico y moderno. Espléndida escena final.
Tuvimos mala suerte el sábado con el tiempo para la excursión estrella en Suiza: visita a Lucerna, al pié del Lago de los 4 cantones, y subida a la cima del Monte Pilatus. Apareció la lluvia y en Lucerna, bonita ciudad, ya cogimos una buena mojadura. La subida al Pilatus en el tren cremallera fue espectacular, aunque las nubes nos impidieron contemplar las maravillosas vistas que seguro hubiéramos disfrutado en un día despejado. Tras comer y bajar en el tren cremallera, ya con mejor tiempo, la vuelta en barco a Lucerna por el lago fue muy agradable. Lástima del mal tiempo de por la mañana.
El Domingo teníamos sesión operística matinal en la Opernhaus. Nada menos que Cavalleria Rusticana y Pagliacci, con José Cura protagonizando ambas. Buenas representaciones dominadas por la omnipresencia canora y actoral del argentino, sin rival hoy en este repertorio. Lastima que no pudimos rematar el día con la prevista comida con él, pues se marchaba de Zurich nada mas terminar la función. Nos acompañó en cambio a cenar Javier Camarena, el Fenton del viernes, con el que contactamos a través de un amigo común y con el cual disfrutamos de una agradable velada de despedida nuevamente en el Zeughauskeller.
Al día siguiente, por imperativo de la agencia con la que teníamos contratado el servicio, tuvimos que ir demasiado temprano para el cercano aeropuerto, lo cual propició que una vez facturadas las maletas nos aburriéramos un poco. Pero el viaje de vuelta, Barajas incluido, bien. El verde de Asturias, distinto ciertamente al bávaro y al suizo, nos devolvió a la normalidad tras ocho noches fuera de casa.