Una muy buena representación en lo musical, perjudicada por una escenografía deplorable
El domingo día uno asistí a la representación de la «Lucía de Lammermoor» que estos días se está poniendo en el Teatro Real de Madrid, acompañado de varios de los socios de la Asociación Lírica que presido.
Y tras verla, con cierta indignación, me quedé con las ganas de escribir algo acerca de dicha función. El hecho de la retransmisión pública a través de diversos medios de la función del sábado día siete, me animó finalmente a hacerlo por entender que podría tener interés para mucha mas gente.
No voy a hacer una crítica al uso, salvo para señalar que la representación fue de alto nivel musical y vocal, como muchos aficionados habrán podido comprobar el sábado.
Simplemente diré que en lo escénico fue otro buen ejemplo de la equivocada orientación por la que lamentablemente discurre este género desde hace unas décadas, sin el más mínimo respeto para con el libreto y los autores.
Si bien hay óperas que aguantan mejor que otras una ubicación temporal distinta de la que marca el libreto, esta obra maestra del romanticismo italiano, con la que Gaetano Donizetti y Salvatore Cammarano nos han legado uno de los grandes títulos de la lírica universal, admite mal la transposición de la época en la que sus autores la ubicaron, segunda mitad del siglo XVII, medio siglo antes que la novela de Walter Scott en que se inspira. Pero el Teatro Real nos la ubica siglo y medio después.
Independientemente del cambio de época, el desarrollo de la historia que narra el director de escena de turno, poco tiene que ver con lo que dice el libreto, permitiéndose licencias que ni vienen a cuento, ni casan en absoluto tanto con la música como con el texto.
Y que en muchas ocasiones entran de lleno en lo absurdo, como en el cuadro de la Torre del comienzo del tercer acto, o el atropello de carácter sexual con que Enrico violenta a su hermana en la escena segunda del segundo acto. O sin ir más lejos en el mismo final de la ópera, con la protagonista, que supuestamente ya ha muerto, sentada tranquilamente contemplando los lamentos de su enamorado.
Para cualquiera que conozca perfectamente el libreto y la música del maestro de Bérgamo, son de difícil aceptación los cambios con los que el director de escena de las funciones del Real nos ha obsequiado. Y que han hecho que la valoración final de las funciones por parte de aficionados de cierta veteranía no sea del todo coincidente con el entusiasmo con que el público acogió las representaciones, debido fundamentalmente a las buenas actuaciones de sus protagonistas, Lisette Oropesa, Javier Camarena y Artur Rucinski, entre otros.
Pero debemos comprender que debe ser bastante difícil para el aficionado medio del Real soportar la programación que ha tenido que sufrir desde que Gerard Mortier asumió la dirección artística del teatro, línea que en parte sigue el actual responsable, por lo que la escucha del repertorio más tradicional, sobre todo cuando está bien interpretado, despierta un entusiasmo que ni la inadecuación escénica hace disminuir.
Y eso es lo que ha sucedido en el Real con estas representaciones de «Lucía de Lammermoor».
Carlos González Abeledo 10.07.2018 | 01:55