El cambio del vuelo Asturias-Madrid nos dejó un tiempo libre en Barajas que algunos aprovechamos para acercarnos a Madrid, dar un pequeño paseo y tomar un «piscolabis» en el famoso Café Gijón.
Sin mas problemas llegamos a Londres al aeropuerto de Heathrow, a donde no llegaron algunas maletas. Luego de efectuada la correspondiente reclamación, nos dirigimos a Londres en el bus contratado al efecto hasta los hoteles de destino, el Royal National y el Mercure London, cercanos ambos entre sí y en las inmediaciones de Russell Square.
Al día siguiente estaba prevista la excursión al pintoresco pueblecito de Dulwich, con visita a la Picture Gallery. Tanto ésta como el pueblo fue del agrado de los excursionistas, que disfrutaron de un típico paisaje urbano inglés, con mucha zona verde y los tradicionales «pubs», que al ser domingo tenían una clientela muy familiar.
Al mediodía, de vuelta en Londres, algunos intentamos conseguir entradas para la Gala que en honor de Plácido Domingo ofrecía el Covent Garden a las tres de la tarde. Hubo suerte y asistimos a tres actos de tres distintas óperas: el último de Otello, con Plácido de tenor, y los últimos también de Rigoletto y Simón Bocanegra, con Plácido de barítono. En mi opinión nada destacable en toda la función. Sin casi tiempo parte de los asistentes a la Gala nos fuimos al Barbican Centre para asistir a un concierto de la London Symphony Orchestra, dirigida por Nicolaj Znaider, que interpretó con acierto obras de Wagner, Brahms y Schumann. Espléndido concierto.
El lunes 31 tocaba la excursión al castillo de Leeds y a Canterbury. El castillo de Leeds se encuentra en medio de un precioso parque, lleno de árboles, caminos, riachuelos, lagos, con varias edificaciones, campo de golf incluido,etc. Una verdadera maravilla. El castillo en sí tampoco defraudó, siendo algunas de las salas interiores lo mas destacado en cuanto a interés, además de los importantes acontecimientos históricos que allí tuvieron lugar. Nuevamente al autobús hasta Canterbury, otro lugar de gran importancia histórica para los británicos.
Nos repartimos para comer por diversos establecimientos del lugar, de indudable encanto, y después visitamos la Catedral. La guía, una señora mayor muy mandona, nos «riñó» en varias ocasiones, por lo que desistimos de su compañía. La catedral, espectacular, y llena de rincones y estancias históricas, digna de verse. Nos extrañó que en la nave principal estuvieran preparando el equipo de sonido y luego ensayando un conjunto moderno que daba un concierto por la tarde. Tras otro agradable paseo hasta el bus nos dirigimos de vuelta a Londres.
Al día siguiente hicimos la visita a la Abadía de Westminster y al London Eye. En la primera tuvimos como guía a una excelente profesional que ya nos había acompañado en el viaje de hacía dos años a Grennwich. La visita a la Abadía fue muy interesante en todos los sentidos, también con una gran carga histórica sobrevolando los distintos espacios. Tras un rápido café nos dirigimos a la noria, mas conocida como London Eye. Ya habíamos intentado en otros viajes subir, pero no había sido posible. Este año, quizás pasada en parte la novedad, lo logramos.
Vistas de Londres espectaculares y poco mas. Pero había que cumplir el expediente. Luego de la noria algunos nos fuimos a comer a un pub en el que ya habíamos estado mas veces, cerca de Trafalgar Square. Y después al hotel, a prepararnos para Wagner y su Holandés Errante. Estupenda función, muy bien dirigida y con espectaculares orquesta y coros. Todos los cantantes rayaron a gran altura, y vimos una original puesta en escena, que podía haber funcionado perfectamente sin el, parece que obligado, cambio de época.
El miércoles, dia 2, cada uno empleó la mañana en lo que quiso. El que esto suscribe visitó algunas tiendas de discos del centro y se encontró en un pub de Charing Crosss con Luis Palacios y la familia Artime, también pertenecientes a ALAAK y que llevaban unos días en Londres visitando familiares. Sabedores de que iban a ir a ver La Sonnambula como nosotros por la tarde les invitamos a incorporarse a la cena posterior si lo deseaban.
La Sonnambula, principal motivo del viaje, con el debut de Celso Albelo en el Covent Garden como Elvino, estuvo bien, sin llegar a entusiasmarnos del todo, debido en gran parte a la puesta en escena, una modernidad como tantas otras sin pies ni cabeza. Cenamos en un restaurante francés, cercano al teatro, con Celso y su representante Alessandro Ariosi. Tras las fotos de rigor nos despedimos ya cerca de loas dos de la mañana, hora local.
Sin novedad transcurrió el viaje de vuelta, salvo que a mí me volvieron a perder la maleta en Asturias. Otra reclamación y un poco de retraso para llegar a nuestras casas. A pesar de esto viaje en opinión de los casi cuarenta viajeros, muy completo, tanto en lo operístico como en lo turístico.